Cuando escribí aquel post con las últimas chispas de electricidad que daban energía al WI-FI de mi casa (nunca entendí la Ley de Ohm, ni sé si tiene que ver con esto), estaba entrando en un estado de psicosis desde el que pensaba que jamás podría hablar de nuevo sobre este evento nacional porque iba estallar una guerra (pensamiento mucho menos ajeno de lo que me gustaría, tal y como pintan las cosas).
Como dije, salí a la calle a ver qué pasaba. Saqué conmigo una libreta y un boli en un arrebato de labor de periodista de guerra, por si acaso. Saqué también una cámara analógica que revelé recientemente. Aquí os dejo las pruebas en forma de fotos y anotaciones de lo que fue una odisea a casa de mis padres en un día absolutamente disparatado que, con mucha mala suerte, no viví acompañada desde un primer momento.
Lunes 28 de abril de 2025. 13:00 aprox
Estoy replicando la actitud demencial que se ha apoderado de Madrid. Se ha ido la luz a nivel nacional. He salido a la calle y una señora se ha puesto a rezar y a agradecer a Dios cuando, por unos segundos, parecía que volvían a funcionar los semáforos. No sé si ir a casa de mis padres. Un señor está diciendo que también se ha ido la luz en Portugal. Qué miedo. Otra señora toca el acordeón y parece ajena a lo que está pasando. Creo que empieza a interpretar que nadie va a pararse a darle una moneda, por lo que sea están demasiado ocupados pensando en otras cosas.

13:15
La gente está empezando a pedir indicaciones por la calle porque no funciona el metro. Me estoy dando cuenta de que, a estas alturas, todo el mundo formula las frases en tiempo futuro. Los que estamos solos llevamos más cara de preocupación que los acompañados. Me voy a volver loca.

13:45
He vuelto a mi casa y me he cruzado en el portal con una vecina mayor que todavía no había salido de casa. Nos hemos puesto a hablar y me ha reconfortado que su mayor preocupación fuera que se ha ido la luz a la hora de comer, ¿qué iba a hacer con las judías verdes a medio cocer? Porque además, si no se cuecen bien, son tóxicas. Pero qué más da si vamos a morir todos.

13:50
Suenan muchas sirenas en la calle y la gente hace gestos de incomprensión. Hace un día soleado en Madrid y eso le quita el filtro apocalíptico, pero sigo teniendo miedo. ¿Qué estará pasando con los aviones?
Me acabo de dar cuenta de que, como no vuelva la luz pronto, toda la comida del congelador se nos va a pudrir.
De vez en cuando compruebo si ha vuelto la red, sin buenas noticias. Creo que es mejor mantener el móvil en modo avión. Voy a poner mi reloj de muñeca en hora por si se me acaba la batería del móvil. Empiezo a preguntarme si mi familia estará preocupada por mí.

13:56
Definitivamente voy a hacer una mochila con imprescindibles e irme a casa de mis padres. Llevo una muda y las baquetas de batería, que en los apocalipsis hace falta tener el ocio cubierto para no volverse loco y en el peor de los casos también me sirven como arma. El ordenador del curro lo dejo que, si esto acaba, seguro que podré pedirme un permiso por apocalipsis.

14:30
Ya he comenzado mi odisea. Me he parado con un grupo de personas que escuchan la radio de un coche. Radian desde el Congreso de los Diputados, que ahora es dependiente de un generador. Dicen que están poniendo en marcha un supuesto Plan de Recuperación o algo así. Mucha palabrería que no va a iluminarnos como llegue la noche y esto siga igual, por muy enlightened que se sientan esas gentes. Además, seguro que quien nos retransmite la noticia (acompañada de interferencias propias de un walkie-talkie del siglo pasado) es un pobre periodista que se quiere ir a comer o a rezar. Ahora dicen que solo hay suministros de energía para un tercio de la población española. Me estoy poniendo de los nervios.

14:50
La gente habla de USB que han dejado conectados en pantallas apagadas. Y dos chicas se preguntan qué pasará con unos cultivos que han dejado en un laboratorio ahora que no van los refrigeradores.
Me he cruzado con Pablo Motos desorientado en la calle Alcalá (por desgracia no tengo foto de esto, pero el tío llevaba cara de no saber ni por dónde le daba el aire).

15:45
La gente murmura que la información que nos llega es contradictoria. Varios curiosos estamos frente a una furgoneta con la radio puesta y han dicho que, en el mejor de los casos, restaurarán las comunicaciones en un intervalo de 6 a 10 horas. Nos hemos quejado al unísono.
Sigo andando, ya me queda poco para llegar. A ver qué pasa.

Hasta aquí la crónica. No solo por la dudosa labor periodística, este evento fue una nueva confirmación de que escribir contribuye a mantener la cordura. Sea como fuere, espero no tener que volver a escribir por algo así. Como dijo el vecino de una amiga cuando volvió la luz, gritando como un descosido desde la ventana: “¡Viva la luz!”
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