El viaje

Hola, soy Paula, tengo 26 años y he dejado todo para irme a viajar indefinidamente por ahí. 

Me considero una mujer sensata y valiente. Mis grandes miedos me han frenado muchas veces y otras he conseguido vencerlos. Ayer llegaba a Atocha cargando un macuto de bastantes kilos pero con una sensación de ligereza bestial, mística. Igual que aquella vez que me tumbé para siempre en el sofá, este viaje es lo primero que voy a hacer en mi vida solamente para mí. 

Hace años no hubiera sentido esta gasolinera francesa en la que estoy como mi hogar, y hoy la siento. Igual que el sofá de los colegas con los que dormí ayer y el asiento del bus que me llevará hasta Grecia. Hace años hubiera fingido seguridad en un mundo amenazante. Hoy tengo la intuición de que me sentiré parte del mundo, como una transeúnte con derecho a transitarlo. 

Haber llegado a esta intuición no ha sido cosa de una revelación mística solamente. El otro día en Madrid, hablaba con mis amigos sobre nuestros privilegios para colocarnos en un ranking. Estuvimos dudando un rato de si íbamos encima las mujeres o los hombres gays. El caso es que yo me quedé en un puesto bastante alto: soy blanca, europea, tengo pasaporte español, fui a la universidad, tengo ahorros y un sitio donde caerme muerta en caso de emergencia. Ser bisexual es un detalle que me bajó puntos, pero supongo que lo puedo disimular. Con esto, soy consciente del respaldo que tengo. Pero valoro también las decisiones que he tomado y cómo me he llevado hasta aquí.

Llevo 5 años trabajando en algo que no me gustaba, con la presión de saber que me equivoqué al elegir mi carrera. Llevo también 5 años ahorrando para algo que tardé 5 años en descubrir qué era, mientras la gente metía sus ahorros en criptomonedas o se compraba casas con decisión. Llevo muchos años moldeando mi forma de ser feliz, con todo lo que puede significar eso. Y sobre todo, llevo muchos años cuidando y queriendo a mis amigos, los pilares de mi vida. El otro día me despedía de ellos llorando y dándoles las gracias porque soy quien soy por ellos. Sin ellos no me habría atrevido a tomar esta decisión y es a ellos a quienes dedico esta aventura. 

7 de octubre de 2025

Primer tren: Madrid-Barcelona. 14:30. Se me ha olvidado el sandwich que me había preparado y lo noto en mi nivel de energía. Hoy solo me he bebido un vaso de leche y he comido 5 dátiles. Juro que no era un ayuno buscado. Estoy deseando llegar a alguna cafetería guarra cerca de la estación de Sants y pedirme una oreja en salsa o unos torreznos. Finalmente fue un bocadillo de lomo con pimientos. La camarera, muy sonriente y con mucha presencia, le echó bastante tomate al pan.

En el tren veo a través de la ventana a un grupo de reses gigantes. Creo que estando lo lejos que están deberían ser mucho mas pequeñas, o eso me dice mi experiencia. Empiezo a dudar de mis sentidos y pienso en las visiones de vigilia en las que imaginas objetos que cambian de tamaño exageradamente. De verdad, estas vacas son gigantes, son del mismo tamaño que los árboles que las rodean. Según me alejo las veo cada vez más pequeñas, pero ellas allí siguen siendo enormes, lo sé.

Después de varias falsas alarmas de bomba en el metro de Barcelona que nos hicieron desalojar dos trenes, con todo el peso del macuto y el calor de las masificaciones catalanas, por fin llegué al barrio de mis amigos que me acogieron la primera noche. Reímos, compartimos, subimos a la azotea y tocamos música un rato bajo el cielo de ciudad sin estrellas. De momento, sigo sintiéndome parte de algo. ¿Qué será?


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