
Me ha recibido Marie en Marsella con unas gafas parecidas a las mías y he pensado de nuevo en el concepto de almas hermanadas. Le he regalado una lámpara y nos hemos comido un trozo de pizza en Cours Julian. Por la noche en casa me ha echado las cartas. Los oráculos vuelven a decirme que estoy en un buen camino.
La casa de Marie está llena de dibujos, fotos, esculturas y diseños hechos por ella, pero no se siente especialmente buena en nada. Le he dicho mientras tomábamos una cerveza que me pasa lo mismo, pero que tenemos que intentar salir del molde. No estamos hechas para que nos guste una sola cosa, ¿verdad que no?
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