
Estos meses he tenido varios romances. Algunos más breves que otros, unos más intensos, otros insoportablemente intensos y otros experiencialmente prescindibles. Han sido, en sus razones de ser, relaciones eróticas, que a veces se han tornado a algo más sentimental. Estos meses he consumido cuerpos y cuerpos me han consumido a mí por diferentes motivos. Sé que estos meses me he acercado a una idea utilizando el sexo como canal, y algunas personas me han acercado más que otras a esa idea que aun tengo que revelar. Ignorando en este artículo esa idea (porque es mía y solo mía, y además aún no la conozco), quiero escribir sobre algunos de los protagonistas de estos romances. Si has sido uno de mis amantes, estás a tiempo de dejar de leer. En todo caso, si lo eres, me sorprende que hayas llegado hasta aquí (porque quiere decir que te he hablado de esto y, más sorprendentemente aún, que me has escuchado).
Conocí a un hombre con piernas de niño pero conciencia de anciano. Albergaba dentro de sí una sabiduría muy singular, que yo sé que le pesa mucho. Intentaba desconocerla volando y haciendo el gamberro, desnudándose, bebiendo de más. Entonces yo le veía volar y caer a su antojo, de forma violenta, para no andar el camino plano que tiene delante de sus huellas. Le deseo calma y paz.
Una tarde conocí a un hombre y a su espíritu. Creo en la comunicación de las almas por personas como él, y aunque él esto no lo sepa, espero que lo perciba. Espero. Es un hombre que más tarde he comprendido que merece una espera, con todo su significado, porque espera quien ve un sentido. Hay una certeza en él que aún no he tenido tiempo de descubrir. Y sé que esa certeza me espera, como yo lo espero a él. Quizás nunca volvamos a saber nada el uno del otro y entonces solo nos quedará aceptarlo. Él me acercó sin saberlo a la idea.
Conocí a otro hombre que se hacía más hombre para esconder a su niño. Pude ver a través de su máscara mucho antes de confesarle que lo había hecho. Él quiso subir, subir y subir, porque creo que no entiende, a pesar de predicarlo, que el amor funciona mejor cuando es llano (o eso queremos creernos todos). Subió tanto que no subió conmigo, sino con una idea de lo que soy yo. Me mira desde arriba confiando en que nos reencontraremos. Yo no puedo garantizarle nada.
Hubo otro hombre al que no he conocido del todo. Nuestra interacción se quedó en la magia y las mentiras de una noche. Las mentiras de una noche tienen algo de verdad porque las dices seducido por emociones verdaderas. Lo que las convierte en mentira es que son dichas en lugar de no dichas. Mentir forma parte de conocer a las personas y eso no es malo, y yo con estos ojos bisoños le veo como a un canalla. Sé poco más de él aparte de que miente y me hace reír. Es lo mismo que hago yo.
Y por último, con otro hombre me bañé en un río. Teníamos ambos la intuición de que nuestros cuerpos serían de agua. Y con cariño, así fue. También puedo decir que me acercó a la idea.
Hay veces en las que parece que no pasa el tiempo.
Deja una respuesta